Alientos de vida


Estaba dentro de aquella casa, mirando aquellas telas de araña que colgaban del techo,aquellas paredes sucias, aquellos hierros oxidados
La idea se estaba masticando.Todo ese tiempo pasando aplastante sobre todas las cosas,
dándole igual la vida o no vida que estas tengan,ese tiempo que los fotógrafos tratan de detener
mientras él sigue dejando tras de sí ua hilera de huellas y de marcas.
¿Cómo aliviarlo?. ¿Cómo disimularlo?. Tal vez el amor. La exactitud.
Las cosas, todas, tienen vida. Todas nacen, viven y mueren.Todas.
Todas se desgastan, se consumen. Se erosionan. Pero ninguna pierde su alma. Ninguna.
Todo deja un aliento de lo que era, un pequeño rastro del pasado para explicar el futuro,
un pequeño indicio de futuro para olvidar el pasado…
y en el medio como el Limbo de Dante el presente.
Estos objetos dan vida a la casa. Nos dicen quién vivía allí. Nos cuentan su historia.
Estos objetos son como la fotografía: nos dan un pasado, algo que recordar.
Camino despacio y comprendo que natura está poseyendo la casa.
“el curso normal de la vida” me digo.
La naturaleza, esa inalcanzable e indiscutible a la que ni siquiera el hombre puede hacer frente,
está haciendo su trabajo: renueva la casa, la da vida. La hiedra se apropia de las paredes.
Los helechos de las escaleras. La hierba crece de entre el cemento.
La casa está en proceso de restauración.
Está recuperando su aliento de vida.

Pienso así en el hombre y en la naturaleza. Los dos viviendo en el mismo lugar.
Uno testimoniado por las huellas de lo que ha sido.
La otra, por las huellas de lo que será